martes, 13 de noviembre de 2007

Leones por Corderos, corazones destrozados y el periodismo ante el terrorismo

Por: Alberto Zúñiga Rodríguez / betursus@yahoo.com.mx

La primera “guerra” que me tocó presenciar desde la trinchera mediática fue cuando Estados Unidos invadió Irak y todo el mundo (con caja estúpida en casa) pudimos ser testigos oculares de esa desdicha. Las imágenes que se transmitían en tiempo real resultaban confusas o con una tilde deseada de irrealidad: ¡Era casi imposible que esas escenas fueran innegables, que no formaran parte de una película o que tales bombardeos estuvieran sucediendo frente a ti!
Desde entonces la presencia del periodismo de guerra (yankee, hay que aclararlo) se ha convertido en una función espectacular sin precedentes, como una especie de reality show permanente. En especial el que patrocina CNN o cadenas de ese tipo, que ultrajan al espectador haciéndole creer que todo marcha sin problemas para el país agresor y que los marines cumplen con su cometido de exterminar del mundo el terrorismo (so pretexto para justificar su ambición petrolera, como en la primera invasión al país árabe). Sobre este tema en particular, pero con una efusiva crítica hacia la invasión de Afganistán, la última cinta de Robert Redford, Leones por Corderos (Lions for Lambs, 2007), nos invita a recapacitar sobre una serie de tópicos que requieren justificación únicamente para los gringos, ya que al resto del globo terráqueo le queda claro que sus guerras no son más que un pretexto para reactivar su economía que pierde terreno frente a países asiáticos o una Unión Europea que cada día blinda su moneda y potencial financiero. Protagonizada por Meryl Streep, el propio director, Redford, y un inverosímil e insustancial Tom Cruise, en el metraje de esta producción encontramos diálogos que se refrendan como en una especie de transmisión oral o legado de producciones como Nacido el 4 de Julio (Born on the Fourth of July, 1989) del polémico Oliver Stone, donde el turno para la crítica lo ocupaba en aquel entonces Vietman.
Leones por Corderos evidencia el descaro mediático con el que Estados Unidos justifica ante el mundo la violencia que ha ejercido contra países árabes después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 (otro hecho también lamentable). Por supuesto, con su papel de superhéroes imbatibles.

(Fotograma de la cinta Leones por Corderos, de Roberto Redford)

Con un guión inteligente a cargo de Matthew Michael Carnahan y unas imágenes admirablemente certificadas por el ojo de Philippe Rousselot, en esta producción viajamos por un triángulo situacional que nos vincula con un par de jóvenes estudiantes que decidieron reclutarse en la guerra contra el terrorismo y cuyas vidas penden de un hilo en las montañas de Afganistán, un profesor universitario idealista (Redford) que intenta cambiar la forma de pensar de sus alumnos más sobresalientes (¿acaso no es otro tópico del cine gabacho?) y un senador (Cruise) que debate con una periodista (Streep) el papel de su gobierno ante la guerra y la función de los medios de comunicación para legitimarla, en especial, en el cual ella ejerce: la televisión.
Con una cinta como esta, no descubrimos nada nuevo y por el contrario, ratificamos lo que ya sabemos: la falta de compromiso por la verdad periodística de cadenas televisivas norteamericanas, que se presumen objetivas y comprometidas con la verdad, como reza el lugar común desgastado y nefasto. Medianamente recomendable la conclusión.
Por otro lado, si queremos imbuirnos en una cinta pasmosa, que aborda también las consecuencias de la invasión de Estados Unidos a Afganistán, en tema de periodismo de guerra, dejemos trabajar nuestra persistencia retiniana en las imágenes que propone Michael Winterbottom en su más reciente docuficción (género que mezcla el documental con la ficción) basado en la trágica historia real de la periodista francesa Mariane Pearl, cuyo esposo, el también periodista norteamericano, Daniel Pearl del Wall Street Journal, fuera asesinado por radicales islamistas en enero de 2002 en Pakistán.
Con una cámara que se hace presente todo el tiempo como un personaje más y en la lejanía, Todo Corazón (A Mighty Heart, 2007) nos conduce por los angustiosos días que sufrió esta mujer, (formidable e inesperadamente interpretada por Angelina Jolie), quien para su mala fortuna en ese momento, claro está, esperaba en su vientre un bebé.
Aunque se trata de una producción cuyo desenlace conocemos desde el primer fotograma y nos enfrentamos a un evento trágico muy difundido por la prensa de todo el mundo, no deja de afectar y perturbar la simple idea de que este asesinato haya sido grabado en video e inmediatamente puesto on-line, es decir, propagado por la internet. Sorprende gratamente pues, que el punto de resolución de la historia no se base en este elemento y recaiga en una estrategia amarillista o morbosa para denostar una virtud del relato. Por fortuna el guionista, John Orloff, enfundó sus esfuerzos en escenas que demuestran la sensación de estar en los zapatos de Pearl y la manera tan sensata de enfrentar este problema a pesar de su gravedad, acentuándolo con el recurso del flashback.
Todo Corazón
es una película muy fuerte, que deja impune el recuerdo de escenas específicas que pudieran papalotear por el cerebro, pero que sí se incrusta en el supuesto que implica la gravedad y el riesgo que representa el desempeñarse como un periodista de guerra (tal cual lo hiciera ya el propio director diez años antes, en otro de sus filmes emblemáticos Bienvenido a Sarajevo de 1997). Quizá esas dosis de realidad y mensaje son las principales características de la película y de algún perfil del autor británico, quien se nota profundamente conmocionado por sucesos de esta naturaleza bélica y los derivados del 11-S. No vayamos tan lejos, el año anterior precisamente, con Camino a Guantánamo (The Road to Guantánamo, 2006) Winterbottom narra la odisea terrible que vivieron 3 británicos de origen árabe, quienes después de asistir a una boda fueron capturados por las fuerzas aliadas para derrocar al régimen talibán y sometidos a tres años de cárcel en la base norteamericana de Guantánamo, para después liberarlos sin cargo alguno.
Por otro lado, también es necesario urdir que en Todo Corazón caben múltiples lecturas sobre el uso audiovisual del director, que raramente hace primeros planos de los actores, pero que sin miramiento alguno utiliza una maquinaria eficaz para denunciar sutilmente las caras del terrorismo: por una parte, la de los extremistas islámicos y por otra, la de quienes se dicen libertadores del mundo. No hace falta que se decante por alguna de ellas o las critique con absurda rigidez (otra virtud de la cinta) como esperan algunos puristas.
La modesta fotografía que apoya al guión y no hace gala excesiva de su presencia basta también para invitarnos a sentir con profundidad este drama apoyado en hechos reales, y a convivir con una portentosa experiencia que nos aproxima en nuestros días -de una u otra forma, ni mejor, ni peor- con el cinema verité o free cinema de las décadas de los 50´s y 60´s.

(Poster de la cinta Todo Corazón de Michael Winterbottom)

Como última consideración, precisemos que aunque el director es bastante irregular en sus producciones que nada tienen que ver una con otra (como Wonderland de 1999 o 9 Orgasmos del 2004), o se haya inclinado últimamente por cintas de esta naturaleza (docudramas o docuficciones, como se le prefiera), resulta curioso saber que fue él el elegido para dirigirla y no fue Winterbottom quien eligió la historia, ya que Brad Pitt con su productora Plan B fue quien lo contrató, obviamente, con la obligada participación de su mujer en el protagónico. Pero eso es lo de menos, porque vale la pena atestiguar el énfasis de la interpretación de Jolie cuando recibe la desgarradora noticia que le arranca un grito semejante y quizá único en su carrera.



Texto publicado en dos entregas los domingo 17 y 24 de Noviembre de 2007, en la columna semanal de cine Butaca Sinestésica RKO 281, del suplemento de cultura Letras de Cambio, del periódico Cambio de Michoacán.

martes, 6 de noviembre de 2007

Un paradójico libro de guión (para guionistas de verdad)

Por: Alberto Zúñiga Rodríguez / betursus@yahoo.com.mx

Por lo regular cuando uno busca libros sobre guión cinematográfico, se encuentra con volúmenes que proponen fórmulas establecidas o incansablemente vistas en pantalla, como si escribir una película se tratara precisamente de una justa culinaria o peor aún, de una serie de pasos para redactar una historia “sin complicaciones”. Algunos más aberrantes te ofrecen, retan o invitan a ser un guionista profesional en X cantidad de meses o semanas. Lo que nos queda claro es que, hasta cierto punto, estos textos lo que proponen es involucrarnos en el proceso creativo que incluye el listado de los cuatro elementos básicos de cualquier estructura narrativa o dramática: personajes y sus acciones que ocurren en espacio y tiempo determinados. No obstante, estas guías (porque gran parte se constituye como tal) rayan en la vehemente necesidad de citar ejemplos que coartan la creatividad y enmarcan los proyectos cinematográficos a meras imitaciones malogradas.
El problema de estos libros, tipo manual de instrucciones, no recae necesariamente en que objetiven sus esfuerzos en enseñarte a ser guionista fast-track o proporcionarte trucos y tips que le han funcionado a innumerables cintas o guionistas, sino en adentrar insuficientemente en la naturaleza del relato y sus personajes, o peor aún, sin proporcionar las tablas indispensables para comprender la naturaleza del medio cinematográfico y la vinculación estrecha entre una historia que pueda ser atractiva y libre de procedimientos gastados. Está claro que no hay nada nuevo bajo el sol y que no existe ningún libro que suministre al lector o guionista, técnicas innovadoras o fórmulas secretas que garanticen el éxito de un buen relato cinematográfico (como hacen algunos best-sellers de superación personal en otro ámbito), sin embargo, lo que sí es notorio es que los problemas que se derivan del quehacer de quienes escriben historias son muy poco abordados con seriedad o puestos en una mesa de reflexión. Esto último es el objetivo que Daniel Tubau se ha propuesto dilucidar en Las Paradojas del Guionista -Reglas y Excepciones en la Práctica del Guión- (Alba Editorial, Barcelona 2006, 390 pp), que sin intenciones dogmáticas instruye sí sobre la importancia de las técnicas y el conocimiento de corrientes teóricas pero focaliza su atención sobre la importancia de la práctica y los retos que esta implica al sentarse una persona frente a su narración.
Acercarse al libro de Tubau es un verdadero placer que nos invita a descubrir que la responsabilidad de la escritura de guiones depende del rigor con el cual trabajemos día con día para ella, librando infinidad de obstáculos y sin dar concesiones o recurrir a referentes exitosos que limiten su impacto. Desde el primer apartado, El medio audiovisual, esta obra se aleja del dogmatismo que encierra este oficio y con ejemplos curiosos y muy divertidos, reflexionamos sobre las artes audiovisuales y su hábitat natural en lo referente a la ciencia del guión. En la siguiente parte, La estructura del guión, el autor cita a teóricos relevantes que cualquier guionista o aspirante a él debe conocer (Syd Field, Linda Seger, Elliot Crove, Irvin Blaker o Robert McKee) pero enfatizando que su obra busca alejarse de esas teorías magistrales y prefiere ahondar en la excepción de las normas. En el tercer apartado, como todo buen relato de tres tiempos (inicio, desarrollo y fin) Las Paradojas del Guionista profundiza en la práctica del guión y sus tropiezos habituales, como el cómo empezar a escribir, bloqueos y métodos de trabajo, la corrección del guión y una curiosa sección donde, con agudeza e inteligencia, explica el por qué el guionista es su propio enemigo. Para cerrar con broche de oro, el autor incluye un epílogo paradójico que explica la naturaleza del título y sin menoscabar su postura antidogmática, propone una serie de 38 consejos que se sirven como plato fuerte para probar la exquisita labor de escribir para cine y televisión. Devoren pues este vademécum que dicta que Decir que no se deben seguir normas es dar una y que en el cine hay que prometer pero no cumplir.



(El autor del libro Daniel Tubau)


Texto publicado el domingo 11 de Noviembre de 2007, en la columna semanal de cine Butaca Sinestésica RKO 281, del suplemento de cultura Letras de Cambio, del periódico Cambio de Michoacán.