lunes, 9 de febrero de 2009

Del inconveniente de haber nacido (viejo): Benjamin Button. Parte 1.

Por: Alberto Zúñiga Rodríguez / betursus@yahoo.com.mx

Hace algunos años, ya unos cuantos, cuando su servidor comenzaba a utilizar el correo electrónico, en la bandeja de entrada apareció un envío masivo titulado: “La vida según Quino…”. A pesar de no ser muy afecto a leer “cadenas” cibernéticas (normalmente insoportables), el descubrir en el asunto de este mensaje el nombre del carismático e inolvidable creador de Mafalda me saltó a la vista de inmediato y me llamó mucho la atención… aunado a que un gran amigo, que no suele reenviar mensajes de este tipo, había sido el encargado de mandar este forward. El texto comenzaba con algo como: … Pienso que la forma en que la vida fluye está mal. Debería ser al revés: Uno debería morir primero para salir de eso de una vez. Luego, vivir en un asilo de ancianos hasta que te saquen cuando ya no eres tan viejo para estar ahí…



Y así sigue el relato, con una retrospectiva de la vida de cualquier mortal, que desde esta mirada culminaría en la plenitud de un orgasmo. Hoy en día no sé –ni me interesa investigar- si realmente el caricaturista argentino (Joaquín Salvador Lavado) fue el autor de este texto tan célebre en su planteamiento, pero sí me pareció pertinente iniciar la columna de esta quincena con esa idea para hacer referencia a una increíble –en todo sentido- cinta que desde algunas semanas vi y me sigue dando vueltas por las distintas cortezas cerebrales (y que además, prometí hablar de ella en la edición pasada). En efecto, se trata de la multi-nominada El Caso Curioso de Benjamin Button, dirigida por nada más y nada menos que, David Fincher, el mismo cerebro maquinador de Alien 3 (1992) o la incomparable El Club de la Pelea (1999); magistralmente escrita también por otro célebre artista: Eric Roth, creador de guiones como Munich en 2005, El Buen Pastor (2006) y su Blockbuster fundamental: Forrrest Gump (1994) de la cual haremos alusión más adelante.
Si a este mezcla, le sumamos el talento de Cate Blanchett y un intermitente Brad Pitt, la película promete ser eufórica. Y es que no es para menos, el universo que plantea es exquisito por sí mismo: un niño, Benjamin Button, ha nacido con el diminuto cuerpo de un hombre de 80 años en un día muy particular (el fin de la Primera Guerra Mundial). Lo peculiar de esta “criatura”, a quien por cierto abandonan a la puerta de un asilo de ancianos, es que su vida comienza con un viaje hacia la desaparición –como todos lo tendremos- pero al modo que “Quino” propone.
Sí más de algún lector en este momento piensa que le he contado la película, me parece no he hecho más que platicar cuál es el asunto de la misma, porque esta mega producción por sí misma constituye un verdadero viaje en toda la extensión de la palabra. De hecho, hasta este momento sigo sin saber por donde empezar o qué parte sería la idónea para reseñar una producción tan bien confeccionada como esta: La música es seductora en todo momento, la fotografía insuperable con tonalidades que llenan cada fotograma y sutilmente lo dibujan desde una plástica que nos envuelve en nostalgia absoluta, la felicidad irreverente o el frenesí de las circunstancias por donde transitan sus protagonistas… y qué decir de su estructura narrativa que viaja entre acciones paralelas, saltos permanentes en el tiempo y múltiples narradores que conducen la historia desde perspectivas muy distintas y subtexto que sobrevuela todo el tiempo en nuestro inconciente: la vida jamás se detiene.



En El Caso Curioso… encontramos pues, un desarrollo fílmico armónico y extraordinario, que si bien es extenso –el metraje dura algo así como 166 minutos- no deja de ser un deleite en cada escena, que no está de más, ni de menos en un guión francamente redondo, o nunca mejor dicho, muy bien argumentado. Fiel a su naturaleza verosímil que lo envuelve y a la cual le es devoto en todo momento. Las comparaciones con la ilustre obra precedente de Roth son inevitables, pero es que tanto Forrest como Benjamin son personajes muy bien labrados por la senda de la narración audiovisual, con vidas propias y características que los hacen pasar a la posteridad como personajes emblemáticos.

Texto publicado el domingo 8 de Febrero de 2009, en la columna quincenal de cine Butaca Sinestésica RKO 281, del suplemento de cultura Letras de Cambio, del periódico Cambio de Michoacán.