Como no pretendo ahondar en la trama y no es motivo de este post. Comparto con ustedes la sinopsis de la película en cuestión, enmarcada en el género que implica atisbos, suspenso, acción y espías internacionales: Antes de convertirse en un agente de la CIA, Evelyn Salt (Jolie), hizo un juramento de servicio y honor a su país. Ella demostrará su lealtad cuando un inmigrante la acusa de ser un espía ruso. Salt huye usando sus habilidades y años de experiencia como un agente encubierto para eludir; capturar; proteger a su esposo y mantenerse un paso adelante de sus colegas de la CIA.
Eludida la parte de describir de qué trata la cinta, ahora sí comenzaré por rebanar de mi cabeza las ideas que hoy quiero compartir con ustedes en este sorprendente post (el elemento sorpresa no es porque sea bueno sino porque revive mis intentos por no dejar morir este blog).
¿Se han fijado que en las películas de espías lo más importante es convertir al espectador en un paranoico profesional? En lo personal, estoy convencido de ello, ya que de otra manera no podemos explicarnos por qué los guionistas dan vueltas y vueltas a la trama para dejarnos completamente desarmados y llenos de dudas sobre quién es amigo de quién y en qué momento nuestro protagonista está a punto de tirar la toalla porque todo tipo de fuerza se ha volcado en su contra (para finalmente salir victorioso). ¡Ufffffff! menudo razonamiento para explicar que en estas películas el éxito está basado en generar un estado de salud mental caracterizado por la presencia de delirios autoreferentes, alias, paranoia, pero no propiamente en los actores sino en nosotros. ¿Ehhhhhhh? Sí, lo que hace que una película de esta naturaleza sea un verdadero éxito (según mis hipótesis) no es lo que los actantes (intérpretes) saben de sí mismos sino la información que nosotros adquirimos al respecto. Y mientras más datos tengamos al respecto, mejor. Quizá esto no logré explicarlo muy bien en las líneas anteriores, por tanto, trataré de poner un ejemplo.
Supongamos que fulanito A, es el espía clásico de nuestros vecinos del norte que lucha contra los clásicos amigos rusos. Entre más información tengamos respecto sobre quién o quiénes lo quieren matar no hace que el elemento sorpresa disminuya sino todo lo contrario, sospechamos ya de todo mundo, es decir, nos volvemos paranoicos. Esto independientemente de lo que fulanito A sepa de sí mismo. Si por el contrario, tenemos muy poca información sobre lo que le pasa a nuestro actor principal, podemos ser víctimas del elemento sorpresa y no de la paranoia que desata la información en grandes cantidades. Lo clásico es que nos dejemos llevar por las inesperadas traiciones, pero ¿qué pasa cuando sabemos que todos son traidores? Creo que nuestra condición de espectador se transforma en un no-adivino.
Como un abreviado y dato adicional recordemos que hay 3 niveles de información respecto a lo que le pasa a un actor en una historia: a) lo que sabemos de él / b) lo que él-ella sabe de sí y c) lo que desconocemos ambos actores y espectadores.
Conclusión quasi final: prefiero personalmente las cintas donde encuentro mucha información y el nivel de sorpresa es menor y al final lo que triunfa es la confusión. Esas cintas verdaderamente resultan deliciosas.
Última conclusión, casi lo olvidaba, no recomiendo del todo Agente Salt, a menos que alguien quiera disfrutar de acción desmesurada, una tarde palomitera, excelentes efectos especiales y un chauvinismo gringo insoslayable. Nos leemos en la próxima.
PD. El sitio web de Salt está francamente recomendable. Ese sí que lo recomiendo.
Siga a este irreverente autor en twitter: @betursus