martes, 23 de octubre de 2007

El mercado de Coyoacán y la nueva cinta de David Lynch

Por: Alberto Zúñiga Rodríguez / betursus@yahoo.com.mx

El surrealismo de las múltiples historias que se estrujan en un filme de Lynch, deriva en una lectura audiovisual-digestiva a posteri o en la incomprensión total de un director que se entrega sin pretensión alguna al postor que lo aguanta hasta que los créditos se derriten con su impaciencia. El contexto para ver las películas de este gringou-locou, nacido en el estado de Montana en 1946, resulta cada vez más complejo e inalcanzable para simples mortales mexicanos como nosotros, dado su lado parco y anti-comercial evidente en el tratamiento argumental o narrativo que lo caracteriza. En honor a la franqueza y el arribismo a la verdad democrática (¡já!), David Lynch ni te cuenta historias lineales y ni lo verás en cartelera por semanas enteras como al Señor de los Anillos o palomiteras como Los Declaro Marido y Larry. Sin embargo, a manera de presagio Lyncheano, podría existir la remota posibilidad de que encuentres su última película (que ganó en Venecia el año pasado el premio Mejor Película Digital) en un puesto de piratería de un mercado como el de Coyoacán en el Distrito Federal, al mediodía de un domingo de resaca, frente al olor a garnachas, pescado crudo, tostadas de pata, o imágenes de máscaras de luchadores, indigentes, muchedumbre apremiante o podredumbre de basura acumulada en algún rincón; esto último como la crítica que pone sobre la mesa cuando se refiere a la propia factoría de sueños que es Hollywood y que en esta cinta, Inland Empire, al igual que en la emblemática Mulholland Drive (2002), también destripa sin piedad alguna y sin concesiones hipócritas. Por incrédulo que parezca, ahí se puede encontrar el DVD, con subtítulos en español y por una módica cantidad de 30 pesos…

Trailer oficial de Inland Empire

De esta nueva producción se rumoraba, por los labios de su editora y compañera sentimental, Mary Sweeney, que el proyecto había comenzado como un azaroso cúmulo de imágenes que el propio Lynch había decidido grabar (no filmar) con su videocámara personal de formato Mini-Dv. Algunas escenas estaban planeadas, otras se improvisaban sobre la marcha, como el tema mismo de la película, que al parecer requiere de un enorme esfuerzo mental posterior a su vista-proyección para asimilarlo. No obstante, el resultado final versa magistralmente sobre una actriz de la meca del cine que recibe un llamado para trabajar en una cinta que se convertirá en su pesadilla. Con dosis de misterio, nos enteraremos también que esta se internará en profundos recovecos de cualquier estado de conciencia humana y que mezclara su realidad con las múltiples ficciones que Lynch tuerce tras el transcurso de la cinta. Bajo ese “esquema”, la magnífica rubia quasi-menonita Laura Dern (Yo Soy Sam, Lonely Hearts, Jurassic Park III, etc) interpreta a la actriz Nikki Grace, quien a su vez, aparecerá en el filme del filme como Susan Blue. El coprotagonista que la acompañará en esta avalancha de sinsentidos (aparentes) será el galán malencarado Devon Berk, quien dará vida en la otra cinta a Billy Side y que en ambas realidades será su amante. Como en cualquier otra producción de Lynch, los primeros diez minutos serán una mezcla de situaciones inoportunas e ininteligibles, con un diseño de arte sesentero-setentero (en formas, artefactos y colores, como en Blue-Velvet o Last Highway) y con personajes sin una aparente función esquemática para el relato y con semblantes desquiciados, pero cuando los minutos se los devora la incertidumbre, los viajes de flashback a Polonia se repiten y el suspenso nos mantiene despiertos, los sinsentidos adquieren forma y lo inexplicable se tuerce aún más para aventurarnos a los espectadores en un mar de conjeturas y replanteamientos de lo que las imágenes nos dicen y la lógica nos exige.

Laura Dern en un fotograma de la cinta Inland Empire de David Lynch.

En Inland Empire entonces, se encuentran más de tres películas que hay que decodificar y una búsqueda sagaz de significados que hay que ordenar, para finalmente quedarnos con una sensación de no haber entendido nada y haberlo visto todo (aunque se eche de menos en la fotografía la profundidad de campo y los matices en los colores que el negativo sólo nos puede dar). Días después, el universo onírico y misterioso de Lynch se vuelve menos rebelde y más tangible, para dar paso a una sensación de haberse enfrentado a una obra monumental de dimensiones experimentales exquisitas. Aunque también, por otro lado, podría seguir pensando que lo que vio fue una puta mierda.

Pd. En el mercado virtual (http://www.inlandempirecinema.com/) también puede comprar esta peli. Usted decida.

Texto publicado el domingo 28 de Octubre de 2007, en la columna semanal de cine Butaca Sinestésica RKO 281, del suplemento de cultura Letras de Cambio, del periódico Cambio de Michoacán.

1 comentario:

Lata dijo...

Vaya, suena rete complicado, Betus, pero luego me la prestas. Seguro la compraste en coyoaca... ¿o no ? ;)