martes, 4 de marzo de 2008

Un chapuzón por la codicia de Petróleo Sangriento

Por: Alberto Zúñiga Rodríguez.

Después de un receso de casi 5 años sin filmar un largometraje, regresa el controvertido realizador californiano Paul Thomas Anderson (Studio City, 1970) con una propuesta bañada en el asqueroso olor de la crueldad, la avaricia, la manipulación de la fe y la inmundicia humana durante el pleno desarrollo de la explotación petrolera de Estados Unidos a finales del siglo XIX, concretamente en 1898. Nos referimos pues a su quinta película titulada Petróleo Sangriento (There Will Be Blood, 2007), la cual se basa en la novela Oil de Upton Sinclair y cuyo delicioso estupor en el manejo del espectador le valieron las estatuillas doradas por mejor fotografía (Robert Elswit) y mejor actor protagónico (Daniel Day Lewis) durante la 80ª edición de los Oscar (que a nuestra consideración ha sido una de las más transgresoras y alternativas en cuanto a las temáticas de los participantes e intereses de la industria concierne).



El arranque del filme es apresurado y con una espectacularidad muda de casi 10 minutos, donde las acciones de los personajes nos transportan por el hilo conductor de la historia: un tipo se dedica a perforar pozos petroleros acompañado de su hijo y un grupo de mineros. Cuando el primer yacimiento explota y sale por las características torres, comienza el diálogo y sabemos que el protagonista será un tal Daniel Plainview, que como la traducción de su apellido dice es un tipo con mucha visión y que la honra sabiendo cómo vender y explotar esos depósitos gloriosos para algunos, además de estar asombrosamente interpretado por Daniel Day Lewis. Aparentemente todo viaja con perfecta calma y el protagonista se va mostrando cada vez como un magnate de este líquido sin problema alguno -incluso su parte de tiranía está muy bien matizada y no se devela de buenas a primeras- hasta que una noche se le aproxima un joven llamado Paul Sunday, quien le vende la idea de que compre las tierras de sus padres en un poblado donde según dice “no crece nada y el petróleo escurre por la tierra”. Plainview acepta y llega a concretar una suma considerable por el tip e incluso algunas regalías para Paul, quien a su vez le advierte sobre una iglesia que ahí crece y lo relativo a lo religioso. Un par de escenas más tarde, Plainview convence a la familia Sunday de venderle sus tierras y el conflicto de la película se hace evidente. El hermano de Paul, un joven llamado Eli (un destacable y muy admirable Paul Dano en ambos papeles, sí el de Little Miss Sunshine, 2006), cree ser un profeta y ha fundado una iglesia que ha bautizado como “La Tercera Revelación” (efectivamente, un arma ideológica para manipular a su comunidad y sacar provecho de su fe, como suele suceder con algunas religiones pues…).

(Paul Dano como el pseudo profeta Eli Sunday)

El conflicto de intereses de estos dos hombres “visionarios” y ambiciosos será el motor que mueva la película hacia dimensiones muy interesantes que hacen que el espectador digiera una película de tintes épicos con subtemas que nos obligan a reflexionar necesariamente sobre el valor de la familia, la manipulación religiosa y la avaricia en todo su sentido. Especial atención merece el trastorno que sufre la vida del magnate cuando su hijo H.W se queda sordo a raíz de una explosión de un yacimiento y su relación de padre a hijo cambia rotundamente. Esta situación dotará del final de una carga emotiva muy interesante para ambos personajes.
En cuanto a su manufactura técnica, la belleza de cada fotograma en Petróleo Sangriento es notoria, destacando los contraluces como motivos recurrentes que embelecen las ambiciones del villano-protagonista, que después de todo no se convierte en un asesino serial, ni algo parecido para agraciar el título anglosajón, ni castellano. Es fuerte sí la cinta, pero no hay ríos de sangre... Lo que sí es un hecho es que se debe disponer de toda una tarde para degustar los 158 minutos que le dan vida a esta entrañable historia, que a pesar de su extenso metraje, te mantiene en suspenso permanente gracias a la música original que por demás hace un trabajo sublime.

Texto publicado el domingo 9 de Marzo de 2008, en la columna antes semanal (ahora quincenal) de cine Butaca Sinestésica RKO 281, del suplemento de cultura Letras de Cambio, del periódico Cambio de Michoacán.

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