martes, 4 de marzo de 2008

Por los 70 de Méliès y los 100 de Oliveira, que ya vienen…

Por: Alberto Zúñiga Rodríguez

I. Digamos: ¡Salud!
Brindemos por el paso del tiempo y la conservación de los grandes maestros encapsulados en la magia del celuloide. Vivamos a través del recuerdo de su obra el cine, ese oficio colectivo que sintetiza a todas las artes, que les da movimiento… y vida en la oscuridad de una sala. Dediquemos estas líneas al 70 aniversario luctuoso del francés Georges Méliès, uno de los “culpables” o encargados de transformar un simple aparato “tomavistas” –sin relativo futuro, según los hermanos creadores, los Lumière- en una herramienta de expresión que dota a la sucesión de imágenes en la más pura sensación de realidad, causada por la fortuita o no persistencia retiniana.


(Retrato de Georges Méliès)

En un montaje paralelo, celebremos en vida también al cineasta portugués más grande de todos los tiempos, testigo activo de la historia de este medio de comunicación y que en 2008 cumplirá –nada más y nada menos- una centena de años dirigiendo cine y con una actividad imparable: Manoel de Oliveira (Oporto, 1908).

II. Los fx y la puesta en escena.
Al señor Georges Méliès se le conoce como el padre de la ficción y algunos historiadores también le dan el mérito de ser el progenitor de los efectos especiales. Lo primero porque fue pionero en realizar cintas (en este caso cortometrajes) que no reflejaban o documentaban la vida cotidiana como se venía haciendo desde la invención del cinematógrafo (1895), es decir, por el mero placer de narrar una historia por diversión y entretenimiento. En lo que respecta a lo segundo, se debe a su formación de mago, director de teatro e ilusionista, así como a un descubrimiento accidental: en un mismo rollo de negativo, al cortar algunos fotogramas y unirlos a otros situados mucho más adelante (sin haber movido la cámara durante su filmación, claro está), al proyectarlos de corrido se percató de que existía la sensación de que las cosas desaparecían o aparecían. A partir de este hecho, Méliès experimentó otro tipo de efectos con la unión de negativos, como la sobreexposición (proyectar dos negativos a la vez) que dio lugar a lo que hoy en día conocemos como disolvencia (cross fade) y que en lenguaje audiovisual significa que ha pasado el tiempo en la historia. Si a esto le sumamos su experiencia en el uso de maquinaria mecánica (por el negocio familiar de calzado del que era partícipe), entenderemos por qué era tan hábil para desarrollar tramoya y otros artilugios que le permitían filmar y proyectar historias apasionantes, en el que se considera el primer estudio cinematográfico, el teatro Robert Houdin (que Méliès compró y acondicionó para este fin).


(Fotograma de la inolvidable cinta de Georges Méliès: [Le Voyage dans la Lune] Viaje a la Luna de 1902)

El estilo de este gran maestro del cine silente era muy sencillo pero no menos complicado. El emplazamiento de la cámara era fijo y simulando el rol de un espectador de teatro que ve al escenario, por consecuencia, en lugar de tener ritmo en el montaje, todo lo que sucedía dentro del plano dotaba de ritmo a la historia.

III. ¿…y Oliveira?
El estilo de Méliès precisamente no ha muerto y sigue vigente en este portugués, creador de más de 40 films, entre los que destacan: el documental Já se Fabricam Automóveis em Portugal (1938), la anterior al neorrealismo italiano Aniki Bobó (1942) y la que lo identifica con el maestro silente (y radicalizara su estilo): El pintor y la ciudad de 1956. La similitud de Manoel de Oliveira se precisa en los planos largos, los diálogos densos y extensos, así como la decoración teatral de las locaciones. Una muestra del estilo de este gran maestro la tuvimos en nuestra ciudad en la pasada 49ª Muestra Internacional de Cine que organiza la Cineteca Nacional y la Universidad Michoacana, con la cinta-homenaje Bella por siempre (Belle Toujours, 2006) del aragonés Luis Buñuel.


(El mítico y gran director portugués Manoel de Oliveira)

Se trata efectivamente de un tributo o una continuación de la que fuera la gran cúspide del director español: Bella de día de 1967 y con la que recibiera el León de Oro en Venecia. La trama de Bella por siempre se refiere al encuentro accidental que tienen en un concierto de orquesta 38 años después 2 de los protagonistas de Bella de día, Séverine y el mejor amigo de su difunto esposo: Husson. Aunque ella notó su presencia en el recinto, lo evade ya que Husson (Michel Piccoli) conoce un secreto sobre todas sus perversiones sexuales de su juventud. La confrontación entonces se encarnará en la insistente búsqueda de Husson por encontrar a Séverine y pedirle que cenen juntos para aclarar ciertas cosas.
Méliès y Manoel de Oliveira las recomendaciones de hoy en esta butaca. Hasta la próxima proyección y sigamos vivando la historia del cine.


Texto publicado el domingo 17 de Febrero de 2008, en la columna antes semanal (ahora quincenal) de cine Butaca Sinestésica RKO 281, del suplemento de cultura Letras de Cambio, del periódico Cambio de Michoacán.

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